Entrevista:O Estado inteligente

domingo, outubro 28, 2007

¿Hacia dónde vuelan las aves?Por Mariano Grondona

Domingo 28 de octubre de 2007

En su ensayo Del Imperio Romano, José Ortega y Gasset recoge con asombro la definición de Roma que propuso Cicerón cuando escribió que "los dos fundamentos supremos de nuestro Estado son los auspicios y el Senado". A Ortega no le sorprendió que Cicerón mencionara el Senado como uno de los dos pilares de Roma, ya que fue la única institución que la acompañó desde su origen monárquico hasta su agonía imperial, pasando por su esplendor republicano, en el curso de más de 1200 años. Lo que le sorprendió, en cambio, fue que Cicerón incluyera los auspicios como el otro fundamento supremo de la constitución romana. Es que, en tanto que la descripción del Senado respondía a la vocación jurídica, racional, propia de los romanos, los auspicios reflejaban su costado irracional, su lado mágico.

Según el Diccionario Etimológico de la Lengua Española , la palabra auspicio proviene de dos raíces indoeuropeas. Una de ellas, spek , significa "observar", comportarse como "espectador". La otra, awi , significa "ave". El "auspicio" consiste en observar el vuelo de las aves para extraer de él algún agüero, algún presagio. Antes de librar una batalla o de tomar una decisión importante, los romanos observaban el vuelo de las aves. Le daban tal importancia que la función de consultar a los auspicios estaba reservada a los más altos magistrados. Si la consulta resultaba desfavorable para la iniciativa que tenían en vista, los romanos renunciaban a concretarla.

Esto parece a primera vista un caso de pura y simple superstición. Ortega no lo pensaba así porque, "al auspiciar, el hombre reconoce que no está solo, sino que hay realidades absolutas que pueden más que él y con las cuales es preciso contar". Al consultar los auspicios, los romanos se manifestaban como un pueblo religioso porque "religioso significa escrupuloso, el que no se comporta a la ligera, sino cuidadosamente. Lo contrario de religión es negligencia".

¿Fuimos los argentinos "religiosos", en el sentido de Ortega, en los momentos cruciales de nuestra historia? ¿Lo seremos en la decisiva jornada de hoy?

Nuestros auspicios

Si tuviéramos que definir la Argentina a la manera de Cicerón, diríamos que es "los presagios y el pueblo". No pronunciaríamos la palabra "Senado" porque nuestro soberano, el que toma las últimas decisiones desde que estamos en democracia, es el pueblo en esa hora solemne en la cual vota, como hoy. Pero tampoco aludiríamos a los "auspicios" porque ninguna ceremonia pública convoca a nuestras aves.

Esta ausencia del rito romano de los auspicios, ¿prueba acaso que no les damos cabida en nuestras conciencias a las intuiciones, a las emociones o al "pálpito", al clima psicológico que nos condiciona? Antes de un torneo electoral o deportivo, ¿no albergamos premoniciones? ¿Hay alguien que no apele a alguna cábala? En un día como el de hoy, ¿no sentimos de antemano los argentinos, no "pre-sentimos", lo que va a pasar? Que no vuelen el tero o el chimango sobre nuestras cabezas, ¿excluye acaso el aletear de nuestro inconsciente colectivo?

La victoria de Alfonsín sobre Luder en 1983, el ocaso de Alfonsín en 1987, la arremetida de Menem por delante de Cafiero en 1988, el atardecer del propio Menem en 1997, las negras nubes que rodearon a De la Rúa en 2001, ¿fueron acaso totalmente inesperados? ¿No hubo signos que marcaron cada vez el clic de un brusco cambio en el clima colectivo? ¿Qué nos dicen en todo caso las aves que, por creernos "modernos", fingimos no mirar hoy? Quizá ya no las miramos, pero todavía, a lo mejor, las vemos. Los augures de la Antigüedad a veces predecían el porvenir de los que acudían a consultarlos con oráculos vagos o ambivalentes, por temor o por conveniencia. Los encuestadores de hoy, ¿son más precisos o más creíbles que ellos al responder a las consultas que en estos días los asedian?

Los futurólogos designan con la palabra futuribles a los futuros "posibles" que asoman sobre el horizonte, dejando el nombre de futurables para los futuribles que descuellan como futuros "probables".

Tres futuribles

Tres futuribles se anuncian hoy sobre la cabeza de Cristina Kirchner: que gane por mucho, que gane por poco o que, simplemente, pierda. Podría ganar "por mucho" si obtuviera una amplia ventaja en la primera vuelta: por ejemplo, como anticipan los encuestadores contratados por el Gobierno, más de un 45 por ciento de los votos. Si la candidata del Presidente tiene que ir a segunda vuelta por no haber alcanzado el 40 por ciento en la primera vuelta pero, pese a ello, "arrasa" como lo hizo Macri en la Capital en la segunda vuelta, también diríamos que su triunfo fue amplio porque la última impresión es la que cuenta.

Cristina Kirchner ganaría, en cambio, "por poco" si apenas superara el 40 por ciento en la primera vuelta, porque en tal caso la suma de la oposición la superaría, o si apenas sobrepasara el 50 por ciento en la segunda vuelta, donde forzosamente alguien lo logra. El triunfo de la candidata oficial por mucho o por poco son, en todo caso, los dos primeros futuribles, los dos futurables en conflicto, de la elección de hoy. Que Cristina Kirchner pierda es, por su parte, sólo un futurible. No quedaría en esta eventualidad excluida en la primera vuelta -esto es impensable- pero, si el segundo o la segunda en la elección de mañana llega a la rueda final, esta eventualidad no podría excluirse. Si la derrota de la candidata del Presidente es posible, también es difícil presagiarla como probable. La derrota de Cristina Kirchner no es un futurable pero continúa siendo un futurible.

Ninguno de los candidatos opositores tendría la posibilidad de ganar si no hay, finalmente, segunda vuelta. De haberla, queda por preguntar si el opositor que salga segundo en la primera vuelta puede concentrar los votos de los opositores que no votaron por él en dirección de la segunda vuelta o si los Kirchner podrán arrancarle todavía algunos sufragios inicialmente opositores.

Aquí queda una pregunta que presiona sobre los votantes antikirchneristas: ¿les convendría concentrar sus preferencias en el día de hoy en aquel candidato opositor al que ven con más posibilidades de ganarle al Gobierno? Algunos sostienen que no hace falta, que con no votar a la señora de Kirchner igual se levantarán vallas contra su triunfo eventual en la primera vuelta. Otros piensan, en cambio, que sería mejor concentrarse desde ahora en alguno de los opositores mejor posicionados, para acercarlo a la señora de Kirchner.

Como se ve, las alternativas aritméticas del escrutinio de hoy, las numerosas variables que podrían surgir del entrecruzamiento de ellas, impedirán que cualquier votante pueda teledirigir su boleta en una dirección anticipada. Para poder hacerlo tendría que conocer, en el momento de votar, cómo están votando los demás. Aquí, el amplísimo juego de combinaciones que podría darse entre millones de votantes se asemeja, en definitiva, al caprichoso vuelo de las aves.

Una cosa es en todo caso cierta. Mientras que el que vote positivamente por éste o por aquél seguirá expuesto a consecuencias no queridas por él, lo seguro es que aquellos que no vayan a votar o que voten en blanco habiendo tantas opciones disponibles habrán desertado de su honrosa condición de ciudadanos.

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